Don José María Arellano Gallo (1795-1870), hijo de don José Miguel Arellano y Espinoza y de doña María Josefa Gallo Gonzales-Carrasco. Nieto de don Toribio de Arellano, hermano de José Tomás Arellano Gallo, primo hermano de José María, José Buenaventura (Ventura) y Eugenio Raygada Gallo, todos próceres de la independencia de Piura y de Perú; y héroes de Junín y Ayacucho. Nació el 19 de marzo de1795. Cronista y prócer de la Independencia de Piura del 4 de enero de 1821. Era Amanuense de Correos para ese entonces, estuvo al mando de un piquete de caballería el 4 de enero pero fue desarmado por el Jefe Militar de la Plaza; luchó en Pichincha, asistió al sitio del Callao. Al desaparecer el Acta de la Independencia de Piura, todo lo que se sabe hoy sobre el día del magno acontecimiento es gracias a su crónica de la misma:
Orígenes e historias de los Gallo, en especial de los que se establecieron en el norte del Perú y sur del Ecuador.
martes, 13 de julio de 2021
JOSE MARIA ARELLANO GALLO PRÓCERES DE LA INDEPENDENCIA
Por José María Arellano:
De las incidencias ocurridas en la proclamación de la Independencia de esta
ciudad de Piura en el glorioso día cuatro de enero de 1821.
Cuando esta ciudad se hallaba en estado de la mayor abyección, inocencia o
ignorancia, que eran muy pocos los adictos al sistema de Libertad e
Independencia, que generalmente se creía que los patriotas llamados entonces
insurgentes eran de otra especie, por lo que deseaban conocerlos; cuando nadie
se ocupaba de las operaciones del Ejército Libertador en Huaura, sino uno que
otro joven, por instinto o por noticias vagas, y cuando generalmente, se
ignoraba el Estado del Ejército y sus progresos, sino por medio de rumores sin
datos; y aún sin el más pequeño antecedente ni prevención de ningún género,
como a las 10 del día 3 de enero de 1821, llegó a esta Administración de
Correos el conductor de los de Truxillo, Dr. Luis Ugarte, despechado por el
gobierno independiente que se había instalado en aquella ciudad a consecuencia
de un cambio político encabezado por el Sr. Brigadier y Marqués Dr. José
Bernardo Tagle que era el Intendente del Departamento por el Gobierno Español.
Este conductor entregó en dicha administración unos pliegos dirigidos por el
nuevo Gobierno a las Municipalidades de esta Ciudad y de la provincia, con
prevención en el sobre de que se abriesen en presencia de todo el pueblo, y uno
para el Comandante Militar de la misma que lo era a esa fecha el Teniente
Coronel de Talavera Dn. José Valdez, sujeto de carácter, de capacidad, de
valor, de integridad y buenas disposiciones, así como de … y otro al Comandante
General de la Costa el Sr. Brigadier Dn. Joaquín Germán, hombre inactivo y
pusilánime.
Luego que el Administrador recibió el Parte que trajo el conductor de la
Administración de Truxillo, le dirigió con el amanuense de la misma oficina, D.
José María Arellano, al Teniente Dn. José María Casariego, Comandante del
Batallón de Línea que guarnecía esta ciudad, el pliego rotulado al Jefe Militar
de la Provincia que se hallaba ausente en el pueblo de la Punta, y una carta
particular para Casariego del mismo Sr. Tagle, invitándole para que tomase
partido; y dicho amanuense así lo cumplió poniendo una y otra en manos de dicho
jefe que en esos momentos se hallaba presidiendo un Consejo de Guerra que se le
hacía al Comandante de milicias Dn. Pedro Seminario.
Pocos momentos después, se apersonó al Comandante Casariego en la
Administración de Correos, en donde previno al Administrador entregase el
Subdelegado interino D. Pedro de León, piurano, que era el Presidente de la
Municipalidad, el pliego rotulado a ella, y que se reservase los demás en la
estafeta hasta segunda orden.
Luego entró en consulta con el referido Administrador sobre la conducta que
debía observar esas circunstancias haciéndole varias reflexiones e cuya
consecuencia, y con la madurez que caracterizaba a aquel empleado que lo era el
Sr. Valle le contestó substancialmente: que sí conocía lo critico de las
circunstancias como le había manifestado; que si no quería hostilizar al pueblo
como acaba de expresarle; y si estaba penetrado del estado de la opinión,
dejase obrar al pueblo libremente, pero que fuera cual fuese su verdadero modo
de pensar, no debía en ningún caso emplear las armas, ni envolver a un pueblo
pacífico en desgracia, mucho menos si hacía fuerza en su ánimo la poderosa
reflexión de que el General San Martín una vez puesto en el Perú no podía
retrogradar de la empresa que lo había traído aun cuando sufriese algunos
contrastes.
Casariego repuso que la tropa no se plegaba al movimiento de Trujillo, que éste
era aislado y efecto sólo de un despacho de Torre Tagle, que desaprobaba la
opinión; que le General San Martín había recibido reveses de consideración que
no podían menos que obligarlo a regresar a Chile, porque le ejército español
era formidable, leal, valiente, aguerrido y que le batallón pedía a gritos que
quería marchar a Trujillo a castigar la traición de Torre Tagle, en cuya
consecuencia le expresó el administrador hiciera lo que conviniese, pues su
modo de pensar era el que había manifestado, porque veía las cosas sin pasión.
Pasada esta conferencia particular se dirigió Casariego a los cuarteles de la
Plaza y el Carmen, formó las compañías que había en ellos, las proclamó
–anunciándoles su resolución de marchar a Trujillo-, vivó al Rey –las
municionó-, estableció retenes –prohibió la puerta-, entusiasmó a los soldados
de tal modo que ni con sus familias querían estos comunicar, es decir los
incomunicó absolutamente con la población y los puso en actitud hostil
amenazante, hasta el extremo de ofrecerles, según se rugió, saqueo y estupro
libres, si se conducían con fidelidad en el caso de que el pueblo quisiese
adherirse al movimiento de Trujillo; últimamente, situó cuatro piezas de
artillería de a dos con mechas encendidas en los bocacalles de la plaza y puso
en la misma actitud un piquete de caballería de doce a quince hombres que
también había en esta ciudad, a cargo de los Sargentos Estrado y Prada.
Mientras esto sucedía, el pueblo ignoraba todo, y no sabía a qué atribuir tales
preparativos; pero tanto la ocurrencia de Trujillo, como las providencias
hostiles de Casariego, se fueron propagando que ya los habitantes fueron
irritándose por grados, y recreciendo en ellos por momentos el odio a los
españoles que ya se había generalizado hasta en las masas, no obstante el
estado de abyección que se ha indicado al principio.
Como a las diez de la noche se pusieron carteles en las esquinas convocando al
pueblo a las 8 de la mañana del 4 para la apertura del pliego remitido del
gobierno de Trujillo a la Municipalidad, señalando al efecto el Convento de San
Francisco por ser un punto más independiente y separado de los cuarteles.
A prima noche hubo sus conferencias amistosas en las casas del Sr. León y Dn
Juan José Carrasco. En la primera tuvo lugar una disputa del comandante
Casariego con Dn. Manuel Diéguez, la que terminó por decirle esté, que no se le
ocultaba, que con la fuerza que tenía podía reducir a polvo si quería toda la
población; pero que también sabía que no reportaría en esto ninguna gloria,
sino que antes bien, se cubriría de oprobio y de ignominia eternos; y que se
vomitarían legiones de demonios de los infiernos a vengar la sangre de unos
pacíficos e indefensos. En la segunda sólo se y trató entre los concurrentes
ciudadanos de concordar el modo que debían conducirse en el acto a que se les
convocaba; pero no faltó uno que le pasó al Sr. Germán una lista de los sospechosos
de insurgentes, y el Sr. Vicario de la Provincia, Dn. D. Tomás Diéguez, se
excusó de asistir con su clero, en el que se acordó una rogativa en todas las
iglesias desde la mañana en que debía tener lugar la reunión popular.
Entre tanto, reinaba en toda la población una quietud
que parecía imperturbable; mas como a las 12 de la noche D. José Manuel López,
mi primo, D. Ventura Raygada, mi hermano Tomás y otros jóvenes patriotas
principiaron a moverse unos a otros para promover modos de secundar el movimiento
de Trujillo; pero sin plan y sin cabeza. Los pocos de ésta se pusieron en pie,
tocaron con sus relaciones y me tocaron para que saliese con ellos asegurándome
que había un fermento grande y algún dinero para ganar la tropa; pero que era
imposible comunicar con ellas, mas yo estaba enfermo, impedido de salir al
aire, y a mi nombre les dije que movieran unos que otros viejos artesanos de mi
confianza, que les designé, porque tenían ascendiente en la población, entre
los cuales es muy digno de honrosa mención el nombre del maestro Mayor de
Carpintería y Sargento del Batallón de Milicias Dn. José Antonio Vilela que en
esas circunstancias y demás lances peligrosos se condujo con entusiasmo
heroico, y de este modo amanecido, el pueblo dispuesto a todo, menos los
narigones, que eran todos Godasos, y tanto que el Comandante de dicho Batallón
Dn. Manuel Carrasco hizo llamar de la reunión del día 4 al Sargento Vilela, y
le intimó: “cuidado José Antonio, primero tu Rey”. El pueblo por su lealtad y
firmeza le hizo capitán que le confirmó luego el General San Martín y más tarde
se le confirió la clase de Mayor y el Busto de Libertador.
En estos trabajos, rayó el Sol del memorable cuatro de enero, anunciando con
sus fuertes resplandores la gloria de que había de cubrirse el pueblo piurano
en ese tan peligroso como fausto día y transmitiendo su extraordinario calor
del que necesitaban los pacíficos corazones de los piuranos, para conseguirlo
en la primera vez que se presentaban a una empresa tan ardua y arriesgada, y
que recordaran siempre con orgullo, porque a ella son sin duda debidos los
gloriosos sucesos posteriores de nuestra emancipación política hasta la
inmortal Jornada de Ayacucho.
Desde las 8 de la mañana del 4, empezó a concurrir el pueblo al punto indicado
de San Francisco y una lúgubre plegaria se oyó en todas las iglesias; algunas
mujeres del populacho también gritaban espontáneamente, sin ser aconsejadas,
por las ventanas del cuartel, improbando a los soldados que sin duda le
pertenecían, su conducta de estar adheridos a los españoles, y como a las 11
del día había ya en dicho Convento un considerable número de pueblo de ambos
sexos, que lo llenaba y ocupaba mucha parte de esa calle. Las disposiciones
hostiles de casariego, las bravatas y las de algunos españoles imprudentes que
asistieron, habían inflamado tanto los ánimos que ya se hablaba con despecho y
se les quería hacer desaparecer, cuya exaltación y coraje contenían los
patriotas más prudentes y de espera que querían ver el último resultado para proceder
después bien cargados de razón, con más justicia.
En este estado de efervescencia del pueblo, y de la actitud hostil y amenazante
de la tropa, se abrió la sesión presidida por el subdelegado interino Dn. Pedro
de León, a la que concurrieron algunos cabildantes, muchos vecinos propietarios
y artesanos, viejos, y mozos y el General Germán, el Comandante Casariego sin
asistir el Clero que se excusó por justas reflexiones que expuso a la
Municipalidad el Vicario de la Provincia en su contestación oficial.
Se abrió después la discusión y el Comandante Casariego
expuso que habiendo ya un innumerable número de pueblo presente, debía
procederse a la apertura del pliego; le impugnó Dn. Manuel Diéguez fundándose
en que la prevención puesta en tema, decía “que se abriese a presencia de todo
el pueblo”; y que siendo parte integrante de él los soldados, también debían
concurrir como ciudadanos a ese acto. La cuestión se sostuvo con calor por
ambas partes, apoyando el pueblo con extraordinario entusiasmo los discursos
del señor Diéguez, los que al fin tuvieron como resultado el que el Comandante
Casariego diese orden para que compareciese la tropa; y habiendo sido
comunicadas a los cuarteles: al del Carmen con el Sr. Marqués de Salinas, Dn.
Francisco Javier González de Paredes y Noriega, y al de la Plaza con Don Miguel
Gerónimo Seminario y Jayme. La tropa se negó enfurecida y en el del Carmen, al
recibir las órdenes, cargó estrepitosamente sus armas a discreción gritando
viva el Rey; pero el Capitán Ortiz, sea dicho en el obsequio de la justicia, la
contuvo reprendiéndola; que la tropa en cualquier acto y circunstancia debía
guardar mayor subordinación. En el de la Plaza, se prestó a concurrir; pero con
fusiles, queriendo hacerlo con bayonetas, muchos se opusieron a esto,
exponiendo que debían concurrir enteramente desarmados como estaba el pueblo.
Un joven, Buenaventura Raygada, dijo con intrepidez en altas e inteligentes
palabras “que viniesen aunque fuese con bayonetas, que nada harían con ellas”,
bien que ya a un tiempo se habían armado muchos si no todos.
En tal estado, y en el de estar casi toda la población reunida en San
Francisco y con una decisión que bien podía calificarse de extraordinario
despecho, propusieron al-General Germán y el Comandante Casariego que ellos
irían a conducir la tropa desarmada como se quería, en lo que convinieron
inmediatamente todos; pero al atravesar el patio dichos jefes, un zapatero
llamado Manuel Mendiburo, hablando por instinto con una previsión tan
admirable como oportuna y levantando la voz en medio de la multitud, grito: Que
no salgan los SS Germán y Casariego y qué queden en este lugar a los
resultados de su tropa. Esta voz estentórea, puede decirse celestial, la
repitió simultáneamente el pueblo de un modo imponente, y al oiría perdieron
el color ambos jefes y volvieron a sus asientos ya aturdidos; y poco a poco y
sin estrépito, se les fueron sacando, las órdenes, que eran, necesarias para
asegurar el buen éxito que se quería.
Las expidieron, efectivamente, desde ese instante, según y corno se las
exigieron, quien sabe si esto de temor, con la esperanza de que su presencia
les impondría a los soldados; y concurrieron las compañías al Convento de San
Francisco. Luego que se presenciaron dijo el Comandante Casariego: Que ya
estaba allí la tropa; pero que los guardias no podían asistir porque quedarían
los cuarteles en acefalía; se le contestó a esto que mientras venían las
guardias podían encargarse de los cuarteles dos sujetos de toda
responsabilidad que mereciesen la confianza del pueblo. Así se verificó, y don
Miguel Jerónimo Seminario y Jaime y Dn. José Merino con algunos hombres que les
acompañaron pasaron al Cuartel de la Plaza, y al del Carmen con otros, el
Procurador de la ciudad Dn. José Manuel López, Dn. Buenaventura Raygada, mi
hermano, y algunos otros. Luego que avisaron Seminario y Jayme de un cuartel y
Raygada del otro, se propuso en dicha Junta que se les preguntase a los
soldados que si asistían a, ese acto como tales o como ciudadanos, contestaron
unánimemente a voz en cuello que como ciudadanos; a esto Sucedió un viva
general del pueblo y los soldados que unos tiraron las gorras por los aires y
otros las rompieron, de cuyo modo tan raro como portentoso y providencial,
quedó disuelto el batallón y las armas con sus Jefes en poder de los Patriotas.
Consiguientemente, se abrió el pliego que era una proclama del Sr. Torre Tagle
y una nota a la Municipalidad, excitando el patriotismo de los pueblos para,
que se uniesen a su sistema, en razón de los fundamentos opuestos en la
primera. Leí¬dos estos documentos, se invitó a todos los concurrentes a que
particular, o generalmente,' expusieran si querían o no plegarse al movimiento
de Trujillo; el pueblo trepidó unos momentos quedando en un profundo silencio que
apenas se percibía la respiración de los concurrentes; pero vuelto a
preguntar por el mismo Sr. Diéguez, contestaron por unanimidad que se unían en
todo al pronunciamiento de Trujillo adoptando desde ese acto el sistema
proclamado por el Intendente del Departamento y protegido por el Ejército
Libertador en Huaura, a cuya aterrante voz para los Españoles contestaron las
campanas del Convento de San Francisco, con un repique que más luego se hizo
general. Mas en estos críticos momentos se aproximaron a la mesa un barbero
Bauza del Sr. Paredes y un platero Francisco Madrid en estado de embriaguez en
que parece se les había llevado calculadamente, y dijeron en alta voz que ellos
morirían por su Rey, pero que el Pueblo, despreció en medio de su furor. Con
este ridículo como miserable motivo y en medio de este solemne acontecimiento,
fausto y memorable, sólo se hizo notar el señor Marqués de Salinas, Coronel de
milicias, Dn. Francisco Xavier Fernández de Paredes por su imprudencia e
impopularidad, pues fue el único, que en esos momentos de crisis, abusando del
carácter suave y moderado de un pueblo pacífico, se opuso a su voluntad
soberana que acababa de asumir, arguyendo que el pueblo estaba dividido, por
lo que dijeron sus dependientes, y levantando el brazo para enseñar los
galones de tal y su bastón, dijo: Mi investidura acredita mi decisión, y
mientras que los jefes españoles y el sub-delegado habían obtenido el
resultado que se ha demostrado, recayó el mando militar de la misma, al Capitán
de Milicias Dn. Miguel Gerónimo Seminario y Jaime; pero el primero propuso que
se le asociaran a él para que le ayudasen los alcaldes Dn. José Lamas y Dn.
Nazario García, de que resultó la formación de la Junta Gubernativa; y terminó
el acto para juramentar a los jefes españoles, que se retiraron con el
subdelegado a sus casas sin recibir siquiera el menor ultraje.
Después de todo esto que concluyó como a las 3 de la tarde, sucedía un repique
general de campanas: sin que ocurriese ninguna novedad grave más que la herida
de un cabo del batallón disuelto. Macario Gómez, que sólo él intentó, quizá
ebrio hacer una reacción en el Cuartel del Carmen, de cuya guardia de
prevención tomó un sable aprovechando de que todos los que la componían
estaban en el interior, y acometió con él al primer centinela puesto por la
patria, que era mi hermano Tomás, quien en su defensa le hizo un tiro, que
errado le caló la bayoneta de tetilla a tetilla, por entre cuero y carne, mas
como acudieron al tiro, le prendieron, pues aunque el Comandante Militar Dn.
José Valdez llegó a las 7 de la noche, ya fue tarde y no pudo emplear sus
disposiciones y energía.
Consiguientemente dispuso el nuevo jefe militar que, Dn. José .María Arellano
se hiciese cargo del piquete de caballería que también se desarmó. Los guardias
se reforzaron con voluntarios y de igual modo se establecieron patrullas de a
pie y de a caballo mandadas por ciudadanos que se ofrecieron voluntariamente
para conservar el orden, que no fue interrumpido en lo menor en medio cíe una
crisis como la, que se ha referido.
El 5 en la tarde se anunció la Jura de la Independencia por un Bando, el más
solemne que se ha visto en esta Ciudad hasta el día. Al salir de la Casa de
Gobierno, proveyó una salva de 21 cañonazos que después se repitió de siete,
luego que se publicaba en cada esquina, y se concluyó con otra de 21. No puede
pintarse con exactitud ni es posible darse una idea ni aproximada del
entusiasmo que desplegó este pueblo desde ese momento. Basta decir que lo manifestaron
a porfía del modo que cada uno pudo. La iluminación fue grande hasta el
amanecer lo mismo que las diversiones a que se entregó el pueblo con orden
admirable, y el día de Reyes, 6 de Enero, en que se juró la Independencia en
esta ciudad, fue saludada su aurora con otra salva de 21 cañonazos y
solemnizado el Juramento, con una suntuosísima Misa de gracias, solemnizada con
Te Deum y salvas; una concurrencia nunca vista que no cabía en el templo, con
la escarapela de la Patria mucha parte de ella, y basta los oficiales
españoles que habían tomado partido, y todo género de demostraciones públicas
de alegría, que no es posible describir.
Así se proclamó en Piura la Independencia sobre 600 bayonetas inmejorables que
guarnecían la provincia, escogidas de la primera flor de ella que se hallaba
virgen, mandadas por jefes y oficiales experimenta dos, con un ejército en
Cuenca que avanzaba hasta Loja, mandado por el arrojado y bien experimentado
Coronel González D. Vicente, y con otro formidable de más de 3,400 hombres en
Lima mandados por generales que después de vencidos en Ayacucho han hecho
prodigios en España.
Después de estos primeros días ya fueron llegando las guarniciones que había en
Sechura, Paita y Tumbes.
Entonces se procedió al arreglo de una compañía de línea, cuyo mando confirió
el pueblo al subteniente del batallón disuelto, Dn. José María Raygada, que
ascendió igualmente a la clase de teniente, pues aunque lo primero que se
propuso fue darle la de capitán por la entera confianza que en él se tenía, por
un Gamonal de los que habían principiado a sacar la cara se opuso observando:
"Que eso es mucho, porque mañana llegará a ser jefe y ha de querer venir
a mandarnos" y después los han mandado muchos mercachifles sueltos y la
hez de otros miserables rincones, y los han vejado a discreción y de todos
modos.
De esta relación puede tomarse lo que parezca esencialmente útil para el objeto
con que se ha pedido; y puede omitirse también (si conviene) algunos nombres
que se han estampado en ella porque ha parecido de necesidad hacerlo al dar
dicha relación.
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