martes, 13 de julio de 2021

JOSE MARIA ARELLANO GALLO PRÓCERES DE LA INDEPENDENCIA

Don José María Arellano Gallo (1795-1870), hijo de don José Miguel Arellano y Espinoza y de doña María Josefa Gallo Gonzales-Carrasco. Nieto de don Toribio de Arellano, hermano de José Tomás Arellano Gallo, primo hermano de José María, José Buenaventura (Ventura) y Eugenio Raygada Gallo, todos próceres de la independencia de Piura y de Perú; y héroes de Junín y Ayacucho. Nació el 19 de marzo de1795. Cronista y prócer de la Independencia de Piura del 4 de enero de 1821. Era Amanuense de Correos para ese entonces, estuvo al mando de un piquete de caballería el 4 de enero pero fue desarmado por el Jefe Militar de la Plaza; luchó en Pichincha, asistió al sitio del Callao.  Al desaparecer el Acta de la Independencia de Piura, todo lo que se sabe hoy sobre el día del magno acontecimiento es gracias a su crónica de la misma:

Por José María Arellano:
De las incidencias ocurridas en la proclamación de la Independencia de esta ciudad de Piura en el glorioso día cuatro de enero de 1821.
Cuando esta ciudad se hallaba en estado de la mayor abyección, inocencia o ignorancia, que eran muy pocos los adictos al sistema de Libertad e Independencia, que generalmente se creía que los patriotas llamados entonces insurgentes eran de otra especie, por lo que deseaban conocerlos; cuando nadie se ocupaba de las operaciones del Ejército Libertador en Huaura, sino uno que otro joven, por instinto o por noticias vagas, y cuando generalmente, se ignoraba el Estado del Ejército y sus progresos, sino por medio de rumores sin datos; y aún sin el más pequeño antecedente ni prevención de ningún género, como a las 10 del día 3 de enero de 1821, llegó a esta Administración de Correos el conductor de los de Truxillo, Dr. Luis Ugarte, despechado por el gobierno independiente que se había instalado en aquella ciudad a consecuencia de un cambio político encabezado por el Sr. Brigadier y Marqués Dr. José Bernardo Tagle que era el Intendente del Departamento por el Gobierno Español.

Este conductor entregó en dicha administración unos pliegos dirigidos por el nuevo Gobierno a las Municipalidades de esta Ciudad y de la provincia, con prevención en el sobre de que se abriesen en presencia de todo el pueblo, y uno para el Comandante Militar de la misma que lo era a esa fecha el Teniente Coronel de Talavera Dn. José Valdez, sujeto de carácter, de capacidad, de valor, de integridad y buenas disposiciones, así como de … y otro al Comandante General de la Costa el Sr. Brigadier Dn. Joaquín Germán, hombre inactivo y pusilánime.

Luego que el Administrador recibió el Parte que trajo el conductor de la Administración de Truxillo, le dirigió con el amanuense de la misma oficina, D. José María Arellano, al Teniente Dn. José María Casariego, Comandante del Batallón de Línea que guarnecía esta ciudad, el pliego rotulado al Jefe Militar de la Provincia que se hallaba ausente en el pueblo de la Punta, y una carta particular para Casariego del mismo Sr. Tagle, invitándole para que tomase partido; y dicho amanuense así lo cumplió poniendo una y otra en manos de dicho jefe que en esos momentos se hallaba presidiendo un Consejo de Guerra que se le hacía al Comandante de milicias Dn. Pedro Seminario.

Pocos momentos después, se apersonó al Comandante Casariego en la Administración de Correos, en donde previno al Administrador entregase el Subdelegado interino D. Pedro de León, piurano, que era el Presidente de la Municipalidad, el pliego rotulado a ella, y que se reservase los demás en la estafeta hasta segunda orden.

Luego entró en consulta con el referido Administrador sobre la conducta que debía observar esas circunstancias haciéndole varias reflexiones e cuya consecuencia, y con la madurez que caracterizaba a aquel empleado que lo era el Sr. Valle le contestó substancialmente: que sí conocía lo critico de las circunstancias como le había manifestado; que si no quería hostilizar al pueblo como acaba de expresarle; y si estaba penetrado del estado de la opinión, dejase obrar al pueblo libremente, pero que fuera cual fuese su verdadero modo de pensar, no debía en ningún caso emplear las armas, ni envolver a un pueblo pacífico en desgracia, mucho menos si hacía fuerza en su ánimo la poderosa reflexión de que el General San Martín una vez puesto en el Perú no podía retrogradar de la empresa que lo había traído aun cuando sufriese algunos contrastes.

Casariego repuso que la tropa no se plegaba al movimiento de Trujillo, que éste era aislado y efecto sólo de un despacho de Torre Tagle, que desaprobaba la opinión; que le General San Martín había recibido reveses de consideración que no podían menos que obligarlo a regresar a Chile, porque le ejército español era formidable, leal, valiente, aguerrido y que le batallón pedía a gritos que quería marchar a Trujillo a castigar la traición de Torre Tagle, en cuya consecuencia le expresó el administrador hiciera lo que conviniese, pues su modo de pensar era el que había manifestado, porque veía las cosas sin pasión.

Pasada esta conferencia particular se dirigió Casariego a los cuarteles de la Plaza y el Carmen, formó las compañías que había en ellos, las proclamó –anunciándoles su resolución de marchar a Trujillo-, vivó al Rey –las municionó-, estableció retenes –prohibió la puerta-, entusiasmó a los soldados de tal modo que ni con sus familias querían estos comunicar, es decir los incomunicó absolutamente con la población y los puso en actitud hostil amenazante, hasta el extremo de ofrecerles, según se rugió, saqueo y estupro libres, si se conducían con fidelidad en el caso de que el pueblo quisiese adherirse al movimiento de Trujillo; últimamente, situó cuatro piezas de artillería de a dos con mechas encendidas en los bocacalles de la plaza y puso en la misma actitud un piquete de caballería de doce a quince hombres que también había en esta ciudad, a cargo de los Sargentos Estrado y Prada.

Mientras esto sucedía, el pueblo ignoraba todo, y no sabía a qué atribuir tales preparativos; pero tanto la ocurrencia de Trujillo, como las providencias hostiles de Casariego, se fueron propagando que ya los habitantes fueron irritándose por grados, y recreciendo en ellos por momentos el odio a los españoles que ya se había generalizado hasta en las masas, no obstante el estado de abyección que se ha indicado al principio.

Como a las diez de la noche se pusieron carteles en las esquinas convocando al pueblo a las 8 de la mañana del 4 para la apertura del pliego remitido del gobierno de Trujillo a la Municipalidad, señalando al efecto el Convento de San Francisco por ser un punto más independiente y separado de los cuarteles.

A prima noche hubo sus conferencias amistosas en las casas del Sr. León y Dn Juan José Carrasco. En la primera tuvo lugar una disputa del comandante Casariego con Dn. Manuel Diéguez, la que terminó por decirle esté, que no se le ocultaba, que con la fuerza que tenía podía reducir a polvo si quería toda la población; pero que también sabía que no reportaría en esto ninguna gloria, sino que antes bien, se cubriría de oprobio y de ignominia eternos; y que se vomitarían legiones de demonios de los infiernos a vengar la sangre de unos pacíficos e indefensos. En la segunda sólo se y trató entre los concurrentes ciudadanos de concordar el modo que debían conducirse en el acto a que se les convocaba; pero no faltó uno que le pasó al Sr. Germán una lista de los sospechosos de insurgentes, y el Sr. Vicario de la Provincia, Dn. D. Tomás Diéguez, se excusó de asistir con su clero, en el que se acordó una rogativa en todas las iglesias desde la mañana en que debía tener lugar la reunión popular.

Entre tanto, reinaba en toda la población una quietud que parecía imperturbable; mas como a las 12 de la noche D. José Manuel López, mi primo, D. Ventura Raygada, mi hermano Tomás y otros jóvenes patriotas principiaron a moverse unos a otros para promover modos de secundar el movimiento de Trujillo; pero sin plan y sin cabeza. Los pocos de ésta se pusieron en pie, tocaron con sus relaciones y me tocaron para que saliese con ellos asegurándome que había un fermento grande y algún dinero para ganar la tropa; pero que era imposible comunicar con ellas, mas yo estaba enfermo, impedido de salir al aire, y a mi nombre les dije que movieran unos que otros viejos artesanos de mi confianza, que les designé, porque tenían ascendiente en la población, entre los cuales es muy digno de honrosa mención el nombre del maestro Mayor de Carpintería y Sargento del Batallón de Milicias Dn. José Antonio Vilela que en esas circunstancias y demás lances peligrosos se condujo con entusiasmo heroico, y de este modo amanecido, el pueblo dispuesto a todo, menos los narigones, que eran todos Godasos, y tanto que el Comandante de dicho Batallón Dn. Manuel Carrasco hizo llamar de la reunión del día 4 al Sargento Vilela, y le intimó: “cuidado José Antonio, primero tu Rey”. El pueblo por su lealtad y firmeza le hizo capitán que le confirmó luego el General San Martín y más tarde se le confirió la clase de Mayor y el Busto de Libertador.

En estos trabajos, rayó el Sol del memorable cuatro de enero, anunciando con sus fuertes resplandores la gloria de que había de cubrirse el pueblo piurano en ese tan peligroso como fausto día y transmitiendo su extraordinario calor del que necesitaban los pacíficos corazones de los piuranos, para conseguirlo en la primera vez que se presentaban a una empresa tan ardua y arriesgada, y que recordaran siempre con orgullo, porque a ella son sin duda debidos los gloriosos sucesos posteriores de nuestra emancipación política hasta la inmortal Jornada de Ayacucho.

Desde las 8 de la mañana del 4, empezó a concurrir el pueblo al punto indicado de San Francisco y una lúgubre plegaria se oyó en todas las iglesias; algunas mujeres del populacho también gritaban espontáneamente, sin ser aconsejadas, por las ventanas del cuartel, improbando a los soldados que sin duda le pertenecían, su conducta de estar adheridos a los españoles, y como a las 11 del día había ya en dicho Convento un considerable número de pueblo de ambos sexos, que lo llenaba y ocupaba mucha parte de esa calle. Las disposiciones hostiles de casariego, las bravatas y las de algunos españoles imprudentes que asistieron, habían inflamado tanto los ánimos que ya se hablaba con despecho y se les quería hacer desaparecer, cuya exaltación y coraje contenían los patriotas más prudentes y de espera que querían ver el último resultado para proceder después bien cargados de razón, con más justicia.

En este estado de efervescencia del pueblo, y de la actitud hostil y amenazante de la tropa, se abrió la sesión presidida por el subdelegado interino Dn. Pedro de León, a la que concurrieron algunos cabildantes, muchos vecinos propietarios y artesanos, viejos, y mozos y el General Germán, el Comandante Casariego sin asistir el Clero que se excusó por justas reflexiones que expuso a la Municipalidad el Vicario de la Provincia en su contestación oficial.

Se abrió después la discusión y el Comandante Casariego expuso que habiendo ya un innumerable número de pueblo presente, debía procederse a la apertura del pliego; le impugnó Dn. Manuel Diéguez fundándose en que la prevención puesta en tema, decía “que se abriese a presencia de todo el pueblo”; y que siendo parte integrante de él los soldados, también debían concurrir como ciudadanos a ese acto. La cuestión se sostuvo con calor por ambas partes, apoyando el pueblo con extraordinario entusiasmo los discursos del señor Diéguez, los que al fin tuvieron como resultado el que el Comandante Casariego diese orden para que compareciese la tropa; y habiendo sido comunicadas a los cuarteles: al del Carmen con el Sr. Marqués de Salinas, Dn. Francisco Javier González de Paredes y Noriega, y al de la Plaza con Don Miguel Gerónimo Seminario y Jayme. La tropa se negó enfurecida y en el del Carmen, al recibir las órdenes, cargó estrepitosamente sus armas a discreción gritando viva el Rey; pero el Capitán Ortiz, sea dicho en el obsequio de la justicia, la contuvo reprendiéndola; que la tropa en cualquier acto y circunstancia debía guardar mayor subordinación. En el de la Plaza, se prestó a concurrir; pero con fusiles, queriendo hacerlo con bayonetas, muchos se opusieron a esto, exponiendo que debían concurrir enteramente desarmados como estaba el pueblo. Un joven, Buenaventura Raygada, dijo con intrepidez en altas e inteligentes palabras “que viniesen aunque fuese con bayonetas, que nada harían con ellas”, bien que ya a un tiempo se habían armado muchos si no todos.
En tal estado, y en el de estar casi toda la población reunida en San Francisco y con una decisión que bien podía calificarse de extraordinario despecho, propusieron al-General Germán y el Comandante Casariego que ellos irían a conducir la tropa desarmada como se quería, en lo que convinieron inmediatamente todos; pero al atravesar el patio dichos jefes, un zapatero llamado Manuel Mendiburo, hablando por instinto con una previsión tan admirable como oportuna y levantando la voz en medio de la multitud, grito: Que no salgan los SS Germán y Casariego y qué queden en este lugar a los resultados de su tropa. Esta voz estentórea, puede decirse celestial, la repitió simultáneamente el pueblo de un modo imponente, y al oiría perdieron el color ambos jefes y volvieron a sus asientos ya aturdidos; y poco a poco y sin estrépito, se les fueron sacando, las órdenes, que eran, necesarias para asegurar el buen éxito que se quería.

Las expidieron, efectivamente, desde ese instante, según y corno se las exigieron, quien sabe si esto de temor, con la esperanza de que su presencia les impondría a los soldados; y concurrieron las compañías al Convento de San Francisco. Luego que se presenciaron dijo el Comandante Casariego: Que ya estaba allí la tropa; pero que los guardias no podían asistir porque quedarían los cuarteles en acefalía; se le contestó a esto que mientras venían las guardias podían encargarse de los cuarteles dos sujetos de toda responsabilidad que mereciesen la confianza del pueblo. Así se verificó, y don Miguel Jerónimo Seminario y Jaime y Dn. José Merino con algunos hombres que les acompañaron pasaron al Cuartel de la Plaza, y al del Carmen con otros, el Procurador de la ciudad Dn. José Manuel López, Dn. Buenaventura Raygada, mi hermano, y algunos otros. Luego que avisaron Seminario y Jayme de un cuartel y Raygada del otro, se propuso en dicha Junta que se les preguntase a los soldados que si asistían a, ese acto como tales o como ciudadanos, contestaron unánimemente a voz en cuello que como ciudadanos; a esto Sucedió un viva general del pueblo y los soldados que unos tiraron las gorras por los aires y otros las rompieron, de cuyo modo tan raro como portentoso y providencial, quedó disuelto el batallón y las armas con sus Jefes en poder de los Patriotas.

Consiguientemente, se abrió el pliego que era una proclama del Sr. Torre Tagle y una nota a la Municipalidad, excitando el patriotismo de los pueblos para, que se uniesen a su sistema, en razón de los fundamentos opuestos en la primera. Leí¬dos estos documentos, se invitó a todos los concurrentes a que particular, o generalmente,' expusieran si querían o no plegarse al movimiento de Trujillo; el pueblo trepidó unos momentos quedando en un profundo silencio que apenas se percibía la respiración de los concurrentes; pero vuelto a preguntar por el mismo Sr. Diéguez, contestaron por unanimidad que se unían en todo al pronunciamiento de Trujillo adoptando desde ese acto el sistema proclamado por el Intendente del Departamento y protegido por el Ejército Libertador en Huaura, a cuya aterrante voz para los Españoles contestaron las campanas del Convento de San Francisco, con un repique que más luego se hizo general. Mas en estos críticos momentos se aproximaron a la mesa un barbero Bauza del Sr. Paredes y un platero Francisco Madrid en estado de embriaguez en que parece se les había llevado calculadamente, y dijeron en alta voz que ellos morirían por su Rey, pero que el Pueblo, despreció en medio de su furor. Con este ridículo como miserable motivo y en medio de este solemne acontecimiento, fausto y memorable, sólo se hizo notar el señor Marqués de Salinas, Coronel de milicias, Dn. Francisco Xavier Fernández de Paredes por su imprudencia e impopularidad, pues fue el único, que en esos momentos de crisis, abusando del carácter suave y moderado de un pueblo pacífico, se opuso a su voluntad soberana que acababa de asumir, arguyendo que el pueblo estaba dividido, por lo que dijeron sus dependientes, y levantando el brazo para enseñar los galones de tal y su bastón, dijo: Mi investidura acredita mi decisión, y mientras que los jefes españoles y el sub-delegado habían obtenido el resultado que se ha demostrado, recayó el mando militar de la misma, al Capitán de Milicias Dn. Miguel Gerónimo Seminario y Jaime; pero el primero propuso que se le asociaran a él para que le ayudasen los alcaldes Dn. José Lamas y Dn. Nazario García, de que resultó la formación de la Junta Gubernativa; y terminó el acto para juramentar a los jefes españoles, que se retiraron con el subdelegado a sus casas sin recibir siquiera el menor ultraje.

Después de todo esto que concluyó como a las 3 de la tarde, sucedía un repique general de campanas: sin que ocurriese ninguna novedad grave más que la herida de un cabo del batallón disuelto. Macario Gómez, que sólo él intentó, quizá ebrio hacer una reacción en el Cuartel del Carmen, de cuya guardia de prevención tomó un sable aprovechando de que todos los que la componían estaban en el interior, y acometió con él al primer centinela puesto por la patria, que era mi hermano Tomás, quien en su defensa le hizo un tiro, que errado le caló la bayoneta de tetilla a tetilla, por entre cuero y carne, mas como acudieron al tiro, le prendieron, pues aunque el Comandante Militar Dn. José Valdez llegó a las 7 de la noche, ya fue tarde y no pudo emplear sus disposiciones y energía.

Consiguientemente dispuso el nuevo jefe militar que, Dn. José .María Arellano se hiciese cargo del piquete de caballería que también se desarmó. Los guardias se reforzaron con voluntarios y de igual modo se establecieron patrullas de a pie y de a caballo mandadas por ciudadanos que se ofrecieron voluntariamente para conservar el orden, que no fue interrumpido en lo menor en medio cíe una crisis como la, que se ha referido.

El 5 en la tarde se anunció la Jura de la Independencia por un Bando, el más solemne que se ha visto en esta Ciudad hasta el día. Al salir de la Casa de Gobierno, proveyó una salva de 21 cañonazos que después se repitió de siete, luego que se publicaba en cada esquina, y se concluyó con otra de 21. No puede pintarse con exactitud ni es posible darse una idea ni aproximada del entusiasmo que desplegó este pueblo desde ese momento. Basta decir que lo manifestaron a porfía del modo que cada uno pudo. La iluminación fue grande hasta el amanecer lo mismo que las diversiones a que se entregó el pueblo con orden admirable, y el día de Reyes, 6 de Enero, en que se juró la Independencia en esta ciudad, fue saludada su aurora con otra salva de 21 cañonazos y solemnizado el Juramento, con una suntuosísima Misa de gracias, solemnizada con Te Deum y salvas; una concurrencia nunca vista que no cabía en el templo, con la escarapela de la Patria mucha parte de ella, y basta los oficiales españoles que habían tomado partido, y todo género de demostraciones públicas de alegría, que no es posible describir.

Así se proclamó en Piura la Independencia sobre 600 bayonetas inmejorables que guarnecían la provincia, escogidas de la primera flor de ella que se hallaba virgen, mandadas por jefes y oficiales experimenta dos, con un ejército en Cuenca que avanzaba hasta Loja, mandado por el arrojado y bien experimentado Coronel González D. Vicente, y con otro formidable de más de 3,400 hombres en Lima mandados por generales que después de vencidos en Ayacucho han hecho prodigios en España.

Después de estos primeros días ya fueron llegando las guarniciones que había en Sechura, Paita y Tumbes.

Entonces se procedió al arreglo de una compañía de línea, cuyo mando confirió el pueblo al subteniente del batallón disuelto, Dn. José María Raygada, que ascendió igualmente a la clase de teniente, pues aunque lo primero que se propuso fue darle la de capitán por la entera confianza que en él se tenía, por un Gamonal de los que habían principiado a sacar la cara se opuso observando: "Que eso es mucho, porque mañana llegará a ser jefe y ha de querer venir a mandarnos" y después los han mandado muchos mercachifles sueltos y la hez de otros miserables rincones, y los han vejado a discreción y de todos modos.

De esta relación puede tomarse lo que parezca esencialmente útil para el objeto con que se ha pedido; y puede omitirse también (si conviene) algunos nombres que se han estampado en ella porque ha parecido de necesidad hacerlo al dar dicha relación.


JOSÉ TOMÁS ARELLANO GALLO (1798-1848) Prócer de la Independencia de Piura y del Perú. Héroe de Junín y Ayacucho. Comandante del Ejército Peruano

 Don José Tomás Arellano Gallo nació en Querecotillo en 1798. Hijo de don José Miguel Arellano y Espinosa y de doña María Josefa Gallo Gonzales-Carrasco. Nieto de don Toribio Ramírez de Arellano y de doña Juana de Espinosa. Don Toribio firmaba como “Thoribio de Arellano”, por lo que algunos de sus hijos se apellidaron Arellano, como el padre de don Tomás (o Thomás, según su registro de bautismo en Querecotillo) y otros apellidaron Ramírez de Arellano. Don Tomás, al igual que los hermanos Raygada Gallo, fue también bisnieto de don Blas Roberto Gallo Hurtado. Algo más sobre su ascendencia genealógica, según el genealogista don Lorenzo de Garaycoa desciende de los Ramírez de Arellano de Loja (de los cuales descienden los Ramírez de mi árbol), aunque hay otro que sostiene que desciende de don Antonio Ramírez de Arellano y Ortega, de los de Piura. Fue hermano de José María Arellano Gallo, otro patriota que participó activamente en la independencia de Piura y que escribiera una crónica del acontecimiento.

El 4 de enero de 1821, cuando se proclama la independencia de Piura, tenía 23 años, era Oficial Subalterno y fue asignado por los patriotas al Cuartel del Carmen junto al Síndico y Procurador don Manuel López y don José Buenaventura (Ventura) Raygada Gallo; en esta diligencia fue herido con una bayoneta por el cabo Mariano Gómez (que se encontraba ebrio). Tiempo después concurrió a la batalla de Pichincha, cerca de Quito, que ocurrió el 24 de mayo de 1822, fue parte del Batallón N°2 de la División del Norte del Perú, siendo entonces Cadete y fue declarado “Distinguido de Pichincha en grado heroico”. Concurrió a las batallas de Junín y Ayacucho, como subteniente en el primer batallón de infantería de la Legión Peruana de la Guardia, en este batallón también estaba su primo el sargento mayor José María Raygada Gallo, el hermano de éste el teniente primero Eugenio Raygada (que tendría 18 años), también el teniente primero Felipe Santiago Salaverry, que más tarde sería el padre de Carlos Augusto Salaverry Ramírez y presidente del Perú; en ese momento también tendría 18 años de edad. También concurrió a esta gesta patriótica su primo el alférez José Buenaventura Raygada Gallo (hermano de José María y Eugenio), en el escuadrón Lanceros de la Guardia junto con otros piuranos como los alféreces Ildefonso Coloma y Miguel Cortés del Castillo (que muere en la batalla de Junín). Hizo carrera militar y falleció siendo comandante del Ejército Peruano el 28 de julio de 1848. Sepultado en el Cementerio San Teodoro de los Santos de Piura con el siguiente epitafio en lápida de mármol: “Benemérito en grado heroico y Eminente en Colombia, Perú y Bolivia y condecorado con doce medallas por haber combatido en su defensa en Pichincha, Junín Ayacucho y otros campos memorables de la guerra de la Independencia Americana”.

MANUEL EUGENIO RAYGADA GALLO (1806-1857)

 Prócer de la independencia. Héroe de Junín y Ayacucho. Teniente coronel de infantería del ejército peruano. Hermano de José María y José Buenaventura Raygada Gallo, los también próceres y vencedores en Junín y Ayacucho. Asistió a estas batallas, con 18 años de edad, como teniente primero de infantería en el primer batallón de la Legión Peruana de la Guardia, en este batallón también estaba su hermano el sargento mayor José María Raygada Gallo, su primo el subteniente José Tomás Arellano Gallo, el teniente primero Felipe Santiago Salaverry del Solar. En la segunda compañía de Lanceros de la Guardia, regimiento Húsares del Perú, se encontraba su hermano el teniente primero, ayudante mayor del regimiento, José Buenaventura Raygada Gallo junto con el también piurano Miguel Cortés del Castillo “el lancero inmortal de Junín”, que murió en esta batalla, tenía 21 años; los también piuranos, el portaestandarte del primer escuadrón del mismo regimiento, Gerónimo Garrido, José Garrido y Antonio Merino. Hubo muchos otros piuranos que participaron en Ayacucho como el subteniente Francisco Alvarado Ortiz, paiteño que resultó herido y condecorado por su participación en Junín y Ayacucho, llegó hasta general; Juan José Farfán, como cabo en el Húsares de Junín; Ignacio Seminario, José María Frías que también estuvo en Junín, paiteño que llegó a general, el piurano Miguel Medina, como abanderado del escuadrón Lanceros de la Guardia, el alférez Andrés Rázuri (de Pacasmayo) y José Ildelfonso Coloma Maldonado, de Sullana, que llegó a general. Eugenio alcanzó en grado de teniente coronel del ejército peruano, falleció en 1857. Un hijo de Eugenio fue diputado por Paita en 1892.

A PROPÓSITO DEL BICENTENARIO: JOSÉ BUENAVENTURA RAYGADA GALLO (Piura, 1795 – Lima, 1859)

 Prócer de la Independencia del Perú – Héroe de Junín y Ayacucho

Hermano de José María y Eugenio Raygada Gallo, primo hermano de José María y José Tomás Arellano Gallo, también próceres de la independencia y héroes de Junín y Ayacucho, que ya hemos reseñado. Su participación en los días de la Independencia de Piura, fue reseñada por su primo José María Arellano Gallo; “Entre tanto, reinaba en toda la población una quietud que parecía imperturbable; más como a las 12 de la noche D. José Manuel López, mi primo, D. Ventura Raygada, mi hermano Tomás y otros jóvenes patriotas principiaron a moverse unos a otros para promover modos de secundar el movimiento de Trujillo; pero sin plan y sin cabeza. Los pocos de ésta se pusieron en pie, tocaron con sus relaciones y me tocaron para que saliese con ellos asegurándome que había un fermento grande y algún dinero para ganar la tropa; pero que era imposible comunicar con ellas, más yo estaba enfermo, impedido de salir al aire, y a mi nombre les dije que movieran unos que otros viejos artesanos de mi confianza, que les designé, porque tenían ascendiente en la población”, Estuvo entre los destacados para que hablen con los soldados acuartelados en Piura para que se presenten a la asamblea patriótica sin armas.
Participó el 6 de agosto de 1824 en la Batalla de Junín en el Regimiento de Húsares, que después de esta batalla se llamó “Húsares de Junín”, en la Plana Mayor, como Ayudante del Tercer Escuadrón. Participó también en la batalla de Ayacucho en el Regimiento Húsares de Junín, en la Plana Mayor, como Ayudante. Un sobrino de José Buenaventura e hijo de José María Raygada Gallo, fue contralmirante de la Marina Peruana y estuvo en la Guerra del Pacífico.

JOSÉ MARÍA RAYGADA GALLO (Piura, 1795 – Lima, 1859) Prócer de la Independencia del Perú – Héroe de Junín y Ayacucho


 

Hijo de don Roque Raygada y Adorna (1750-1812) natural de Sevilla y de doña María Antonia Gallo Gonzáles-Carrasco (1775-1835), natural de Querecotillo. Nieto de don Bernardo Raygada – doña María Adorna; y de don José Gallo del Castillo – doña Teresa Gonzales-Carrasco (1744-1794). Fue también bisnieto del capitán don Blas Roberto Gallo Hurtado (natural de Loja y radicado en Querecotillo) Estudió en el Colegio Seminario de San Carlos y San Marcelo de Trujillo. Ingresó muy joven a los ejércitos del Rey y como subteniente fue destacado a Sechura, para hacerse cargo de la Jefatura de una Compañía del Batallón Provisional del Rey, de 20 hombres. En este puesto se encontraba el 4 de enero de 1821, cuando junto a los vecinos notables y en cabildo abierto proclamó la independencia de este pueblo, a las diez de la mañana, horas antes que en Piura. En comunicación del día siguiente, dirigida al capitán de milicias don Miguel Gerónimo Seminario y Jaime, nombrado comandante militar de Piura el mismo 4 de enero, día en que también esta ciudad proclama su independencia. Ya en esta ciudad recibe el mando de una compañía de línea con el grado de teniente. También participaron activamente en la causa independentista sus hermanos José Buenaventura (Ventura) (1794-1837) y Eugenio (1806), sus primos hermanos José María (1795) y José Tomás (1798) Arellano Gallo.

Luego se unió, como teniente 1° de Cazadores a la División Norte formada por el coronel Santa Cruz y en mayo de 1822 concurre a la batalla de Pichincha. Declarado “Benemérito de Colombia”. Estuvo en la batalla de Ayacucho como parte de la Legión Peruana, como Sargento Mayor. Hizo la campaña del Alto Perú con Sucre. En 1828 fue nombrado Subprefecto de Lambayeque, siendo ya coronel. En 1832 es ascendido a general de brigada. En 1838, es nombrado diputado por Piura. En 1841, el presidente Gamarra lo nombra ministro de Guerra y Marina, ocupa el mismo cargo, en 1846, con el presidente interino Manuel Menéndez. El presidente Castilla lo nombra inspector General del Ejército y en 1848 lo asciende a general de división y asume otra vez el ministerio de Guerra y Marina. En el segundo gobierno de Castilla es nombrado Primer ministro, cargo recién creado por la Constitución de 1856. El primero de abril de 1857 hasta el 28 de julio de 1858 asume la presidencia de la República interino, cuando Castilla se ausentó para combatir la insurrección de Vivanco en Arequipa. Falleció el 15 de enero de 1859